Por: Nando Sandoval
Calificación: 4.5 / 5
Empecemos por comentar que esta película se trata de un mano a mano actoral y que los verdaderos amantes del cine, los que no se regodean en efectos especiales en CGI, superhéroes o franquicias de acción, encontrarán en su narrativa pausada pero incisiva, en sus imágenes perturbadoras que parecen emanar de un sueño húmedo (literal) que enfrenta a dos hombres tan disímiles pero tan necesitados de lo mismo: afecto y calor. Desde la inquietante y desgarradora cacofonía que rompe junto a las olas del mar que golpea el faro, el graznar jadeante de las gaviotas y el claustro donde estos hombres, el viejo Thomas y el joven Ephraim, deben convivir por cuatro semanas como cuidadores de un faro que guarda más secretos que los de ambos personajes.
Es una metáfora a la figura paterna, al machismo como figura frágil y también, es un relato onírico sobre autorepresión homoerótica, donde Ephraim proyecta sus deseos y a la vez, los sataniza con su «violencia» de macho. Cuando el grupo de relevo no llega al término de esas cuatro semanas, la angustia, el coraje, la represión y el deseo ahogados en queroseno, surgen para atizar la muy dañada psique de nuestros personajes. Decir más es arruinar la experiencia pero, acoto finalmente, recordando la mitología del Ícaro: pobre de aquel que desafíe la luz, pues por ella será acabado. En definitiva, en mi top 10 de lo mejor de este 2019. Calificación- 9